Thursday, January 08, 2009

Mi vida trascendental en Tijuana. La escena brillante. Mi vida, vida, vida, maravillosa vida. ¿Alguna objeción al respecto?¿Malas noticias? ¿Evasión de la realidad?

Me sigue resultando una perdida de tiempo seguir hablando de ese mundo infernal que acontece todos los días al margen de la felicidad. No hay tiempo. No hablo. Lo siento. Fluyo en los sonidos de alguna nube. Me paseo en Tijuana, observando algún cuadro que represente el antisentimentalismo del universo. Los perros de paja. Los perros de paja. Los pajarillos de paja. El lenguaje corto. La ausencia de nombres sagrados. Heidegger. Renombro todo. No hay enmudecer y hablar de los poetas. No hay poetas en todos esos libros. Tampoco golosinas. Hay pequeñas cosas. Sencillas. Muertes segundo a segundo y nacimientos, y flores, y niños que se aman, y gente mucha gente. Personillas que se dicen cosas hermosas por los celulares, otras que huyen de las catástrofes mediante el shopping o pequeños arranques de estrellato. No escribir de los congales y los narcos y de toda esa gente chistosa que le encanta la tragedia. Algunas veces ríen. Otras, lloran y se van y vienen. Se protegen. O, ya no sienten. Necesitan afilarse la carne en la carne ajena. Y quizá, así sienten un poquito. Y, son cosas muy terribles. Pero la K sigue paseando. Tomando cafeína. Escuchando alguna musiquilla con efecto metafísico. Acumulando una existencia feliz. Cuando la eudemonia también es un cliche. Exceso de sentimentalismo. Dicen algunos libros sobre análisis ético. Y, la ética es aburrida. Perritos de paja y pajaritos y delfincillos. Y, todo es tan bello, que vivo en Tijuana, como si fuera Paris, o Lisboa o cualquier otro paisaje renacentista, ilustrado o medieval. Las categorías celestiales prevalecen en todas partes.

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