A ella la descubrí; simplemente por la furia con la que sacaba y metía el cepillito del rimel cada vez que optaba por pintar sus pestañas.
El sonido del cepillito del rimel; me develaba el resto de las situaciones.
A ella la descubrí; simplemente por la manera en que fingía su sonrisa cuando quería manipular de cierta forma a su marido.
La sonrisa me proyectaba el resto de las situaciones.
A ella la descubrí, por el aroma que arrojaba su piel, ante ciertas operaciones financieras; en las que tenía que poner su mirada en la vibración hostil menos cero. Para demostrar su valentía frente a cualquier decisión masculina.
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