Thursday, April 03, 2014

Fausto no quiso ir a la primaria por los colores rotos. Mis caricias son minimalistas en este jueves hegeliano. Esto no es un beso. Esto no es una reminiscencia. Esto no es la escena estelar de las bocas encajadas en la voracidad de todos los tiempos. Me remito al vaivén de medianoche entre tus piernas. Al arrecife políglota que habita en la garganta de los cometas de ámbar medieval y. Doy tres vueltas. Tres. Hay lectura de labios barrocos en las meditaciones de las brujas blancas. También, habito en una canción como influjo sin dirección y dejo de pensar.

Soy esferoidal
Soy reluciente
Soy aquello que te previene de todo resplandor
Arcaico
Llamémosle, firmamento de sintaxis desquiciantes.

Por eso, al salir del primer nódulo del tiempo, ya estaba intacta en la porosidad de la lluvia, mis dientes deletreaban las señales de las buganvilias y un niño a gritos agolpaba sobre mi vientre. Debo decir que, las caricias se volvieron  francesas, y ya no me saltaba la angustia de los planos desconocidos, pues  podía configurar la arquitectura de siete cielos posteriores, y postrarme en la ataraxia de un medio día sin cicatriz. 

Luego, la conjetura volvía a rasgar con mayor intensidad la sinapsis de mi sangre y era necesario borrar la cartografía excelsa de la noche. Cualquier hedonismo irregular deviene insuficiente cuando levitamos como un lienzo sin orden empírico posible. Eso de inventar las letras  mientras contemplamos la agudeza de los rayos inconvenientes de calor. Nos permite subir tal escuadra de dragones: Limpios. Concretos. Finos. Torrenciales.


Tengo varios libros en las vertebras, pero ahorita lo mejor es.

Salir.


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