Thursday, December 15, 2005

EN ESPERA DE CONGRUENCIA

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Voltearemos la mirada hacia una tierra mágica, con la intención, de explorar una conciencia que permanece mítica. Esto es, impregnada de los vientos de la diosa sagrada: la naturaleza. Para darnos cuenta, que no todo es decadencia, y siguen existiendo hombres que no reniegan del secreto de la existencia. Sino que se adhieren a ella, con grandes celebraciones y rituales, para desenfocar en una gratitud excelsa hacia los cuatro puntos cardinales. Este pueblo se denomina a sí mismo como Tarahumara o Ranamuris –los de pies ligeros- . “Hombres” que habitan en las montañas, lejos de la pesadumbre y la moral del hombre moderno, sumergidos en una conciencia poética que prevalece al paso de los siglos.

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Los Tarahumaras son una raza principio. Lo son, en cuanto existe un equilibrio Ying-Yang, en su morfología energética. No hay exceso de calor ni frió, se cumple la sintonía. Los órganos de estos “hombres”” poseen la temperatura adecuada, para poder adherirse fluidamente por el devenir puro del universo. Esto es, poseen un cuerpo sin sellos, sin corazas energéticas, que según Reich son las protecciones del hombre moderno a las fuerzas desconocidas del cosmos.

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El Tarahumara al ser miembro de una raza principio, esto es, en la posesión de un equilibrio entre el cielo y la tierra, no se siente perdido ni fragmentado, pues esta aún en la vivencia de una conciencia mítica. No necesita tener un “yo”, a diferencia del hombre moderno, que esta asumido en una conciencia fragmentaria. Esa perdida nos sumerge en la creencia de un yo, el cual crea una visión fragmentaria hacia la realidad. Tornándose una mirada llena de prejuicios, parcial, filtrada, condicionada por el pensamiento lógico. Todo esto forma parte del karma del hombre moderno el cual resulta irreconciliable con el modo de vida Tarahumara.

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