Apenas recuerdo la hinchazón de ese tiempo, cuando nos columpiábamos entre nuestras obsesiones conceptuales como dos muecas que se pegan y no saben desencajarse. Hipnosis instantánea. Luego la atmósfera teñida con niños cuervos desmenuzando tu cuello. Ese instante perfora mi memoria: “Eran todas las horas, esas que no existen porque carecen de un terreno fundamental”.
Después poco faltaba para que olvidará tu nombre; y sólo me diluyera en un libro deconstructivista. La memoria otra vez: “Jamás te llame por tu salvación, sino simplemente por el sacrilegio; siendo la estrategia para liberarme:“la destrucción”.
Empecé por comerme a tu madre, así toda pulcra por la suave miel que derramaste en su vientre el día que la elegiste. “Ella no es un error, bien lo sabes, bien lo sabemos.”
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