Tuesday, August 12, 2008

El juego de las escondidas

Cuentan que una vez, en algún lugar de la tierra, se reunieron todas las cualidades y sentimientos del hombre. Cuando ya el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura, siempre tan loca ella, les propuso a los presentes jugar a las escondidas.

La intriga, obviamente intrigada, levantó una ceja. Y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó curiosa: ¿A las escondidas?.. ¿Y cómo es eso?..

Es un juego entretenido, explicó la locura. Yo me tapo la cara y comienzo a contar hasta un millón, mientras ustedes se esconden; cuando yo termine de contar, los empiezo a buscar de a uno y el primero de ustedes que encuentre ocupa mi lugar para continuar el juego.

El entusiasmo bailó, secundado por la euforia. La alegría dio tantos brincos que terminó por convencer a la duda e, incluso, a la apatía, a quien nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, la verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué? -dijo- si al final siempre me encuentran.

La soberbia opinó que se trataba de un juego muy tonto, aunque en el fondo, lo que más le molestaba, era que la idea no hubiera sido de ella. La cobardía, mientras tanto, prefirió no arriesgarse.

-Uno... dos... tres... comenzó a contar la locura. La primera en esconderse fue la pereza, que como no podía ser de otra manera, se dejó caer tras la primera piedra que encontró en el camino. La fe subió al cielo. Y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, quien con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto plantado en el lugar.

La generosidad no lograba esconderse porque todos los sitios que hallaba a su paso le parecían maravillosos para sus amigos, y se los ofrecía: un hermoso lago cristalino, ideal para la belleza; la sombría hendidura de un árbol, perfecta para la timidez; las alas de una mariposa en vuelo, lo mejor para la voluptuosidad; una ráfaga de viento, magnífica para la libertad. Y así fue que terminó por ocultarse en un tenue rayito de sol.

El egoísmo, en cambio, encontró desde el principio un sitio buenísimo, ventilado, cómodo, pero por supuesto, únicamente para él. La mentira se escondió en el fondo del océano Pacífico... mentira... mentira... en realidad se escondió detrás del arco iris...

La pasión y el deseo, lo hicieron en el centro de un volcán y el olvido... ¡Oh!... ya se me olvidó donde se escondió.

Cuando la locura llegó a 999.999, el amor aún no había encontrado el sitio perfecto para poder esconderse, pues todos estaban ocupados, hasta que divisó un rosal y, enternecido, decidió esconderse entre sus flores. Un millón... contó la locura y comenzó a buscar a sus amigos.

La primera en aparecer fue la pereza, apenas a tres pasos, debajo de la primera piedra; después se escuchó a la fe discutiendo con Dios, en el cielo, y a la pasión y el deseo se los oyó junto al vibrar de un volcán.

Por su descuido encontró a la envidia y pudo deducir donde estaba escondido el triunfo.

Al egoísmo no tuvo necesidad de buscarlo, él solito salió disparado de su escondite, que resultó ser un nido de avispas.

De tanto caminar, la locura sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la belleza. Con la duda le resultó más fácil todavía, no se decidía aún donde esconderse.

Así los fue encontrando a todos: Al talento entre la hierba fresca; a la angustia en una oscura cueva; a la mentira detrás del arco iris, mentira... mentira... si estaba en el fondo del océano. Y hasta al olvido, que ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas.

Pero el amor no aparecía en ninguna parte... La locura buscó y buscó. Detrás de cada árbol; en los arroyuelos; debajo de todas las piedras, en las cimas de las montañas. Y cuando se daba por vencida, divisó un rosal, tomó una horquilla y comenzó a remover las flores, cuando de pronto... un doloroso grito se escuchó... las espinas habían herido en ambos ojos al amor; la locura no sabía qué hacer para disculparse, lloró... rogó... imploró... y hasta prometió ser su lazarillo.

Fue así que desde entonces, que por primera vez se jugó a las escondidas en la tierra... el AMOR es ciego y la LOCURA siempre lo acompaña...

Este relato anónimo, que grafica tan crudamente el comportamiento de los sentimientos y virtudes de los hombres, me hizo pensar en lo maravillosa que se torna nuestra vida cuando esa locura de amor nos inunda y nos hace volar por el cielo, junto a las estrellas.

Y si en ese preciso momento, embriagados por el éxtasis, los amantes deciden crear un fruto de ese amor de locos, el resultado será un ser inigualable.

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