Friday, February 12, 2010

Lo suficiente.



Lo suficiente es el aire que entra y sale por los orificios: Gratuitamente. Es la comprensión heracliteana; en entraña, sin metáfora alguna. Inclusive más allá de cualquier interpretación objetiva. Lo suficiente seduce, cuando se tiene la indiscreción de observar, por ejemplo, varias veces durante el día, la niñez del cielo gratuita; cuando se dispone a efectuar alguna broma, en su infatigable iniciación constante.

Asombro: el cielo no repite nada. Los que repiten son los hombres porque habitan la insuficiencia. En cambio en lo suficiente todo inicia instante a instante. Así, lo suficiente habita en la lengua del asombro. Los verdaderos poetas danzan resplandecientes entre la leche del océano, inspirando el nacimiento, de alguna mitología blanca. Los peces que arrojan los árboles pasan por tu garganta, inspirando alguna saliva pasajera, para lavar los ojos de las sirenas. Llega la clarividencia en su virtud más efímera, copulando con la arrogancia de aromas selectos y algunas conclusiones. No hay deuda alguna: Vacaciones perpetuas.

Por esto, lo suficiente es una conclusión eterna. Luego, algunas preguntas: ¿Cómo se cultiva el ritmo de la suficiencia? Mejor aún: ¿Cómo vibra la vida? Algunos acercamientos: Es lo gratuito formando panaderías de abrazos; esculpiendo bocas de delfines con el llanto de sol. Es entrar y salir de la puerta en certeza. Permanecer. Y llegar al bendito asilo que buscan todos los discursos. Es decir, el lugar que todos desean; pero que en su búsqueda neurótica, fallecen como un retrato viejo entre esos libros que no explican nada. Es matar al avaro insaciable que todos llevamos dentro. La suficiencia no sabe de metas. Mucho menos de competencia. Al igual que esas tribus primitivas –L. Strauss- que buscan el equilibrio cuando se les enseña a jugar futbol: nadie pierde o gana; no hay diferencias, sólo igualdad.

Por ello, la planeación como estrategia de sobrevivencia resulta superflua. No hay orden lógico para existir. No obstante; nosotros como occidentales consideramos una aberración “vivir al día”. Todo nuestro mecanismo de supervivencia se basa en el temor que origina la idea de seguridad. Cuando en realidad: “ la seguridad no existe”. Y no tiene nada que ver con noticieros; o con la noción básica que pululan las masas. Acaso: ¿Alguien se ha preguntado, por qué existen entes –daseins- que atraen todo tipo de desgracias? Respuesta: la creencia en la seguridad. Más aún: temor en cualquiera de sus manifestaciones.

Resulta claro: La vida transita entre la suficiencia y la no-suficiencia. Por supuesto: la no-suficiencia genera ambición. Y esta vibración es absolutamente necesaria para que se autosostenga el mounstruo del ultra-capital. Eurípides en las Fenicias reflexiona: “Para qué apegarte a la peor de las divinidades, mi niño? Hablo de la ambición que te vuelve loco”. Luego después de la ambición –o antes- no importa su estancia, existe otro rasgo de lo insuficiente: la avaricia.

Es decir, el bicho que calcina la suficiencia. Osea: la zozobra constante. Esa avaricia, que indiscutiblemente, se arroja en el espíritu; conteniéndolo entre ese estar adelantado en un espacio-tiempo. Vaya: futurizando el presente. Sin comprender que el futuro viene en dirección contraria –no hacia delante como piensa la física tradicional clásica. Vía Newton-Young-Fresnel-. Esta idea es muy clara en la interpretación de la mecánica quántica de Cramer, la cual señala que tenemos la perfecta comprensión de la suficiencia: el futuro siempre està en continuo choque con este instante presente. Entonces: hay que dejar de alucinar. El tiempo sólo sirve para habitar en la insuficiencia. Muy al contrario del habitad sereno y suficiente donde el tiempo no existe. En esto San Agustín tenía razón.

Entonces asombro cero: Lo suficiente no se puede medir. Osea: no se piensa. Es sólo abrir el cascaron de la apariencia y aprender a respirar soles; aún en los inviernos más fúnebres. El sonido de la suficiencia es ese rasgar etéreo, que rechina delicadamente, cuando una hoja se desprende de su madre, y contempla la senectud de las palabras como un aguijón de eternidad.


Para emitir juicios desde la insuficiencia se necesita tener rencor. Alguna violencia no codificada; hacia cierto ausentismo de meditación. Se percibe, en muchas personalidades de tonal iracundo; y cuando esto sucede, no se recuerda la sabiduría de la vibración serena. Es sólo otra mascara de la separación. Pues la violencia no lleva a ninguna parte, bien lo demostró Gandhi.

Por otro lado, en lo suficiente el deseo està muerto. Y ese estadio de zozobra continúa que tanto promueven las sociedades actuales; queda calcinado bajo la lava de la satisfacción. No existe la angustia y desesperación; propias del esquizoide contemporáneo. Lo suficiente es el límite de toda especulación y sistematización del pensamiento. Pues se asume lo necesario que aniquila cualquier percepción temporal. Más aún: surge una amistad con lo lleno y lo vació.

La sabiduría del Tao enseña lo siguiente:

Solo el que sabe lo que es suficiente,
Tendrá siempre lo suficiente.

Por eso, lo suficiente sólo trabaja con la suficiencia. Es el lugar donde la escritura resulta superflua: El respirar se vuelve más convincente que los signos gráficos. Se elimina el pensamiento analítico-comparativo. No hay lugar para la existencia del juicio. Hay lugar si acaso para la poesía. Pero para una poesía viva pulsando esa emoción trascendental; que quizá después, será escrita; mas no durante el vislumbre contemplativo.

Pero nos consideramos insuficientes para los asuntos de la suficiencia. Se nos orienta a inventar metas de vida para darle sentido al fluido de las estaciones; mientras pasan los años: Entretenimiento débil para la muerte. Y mientras seguimos pensando lo importantes que son nuestras conclusiones vitales Pessoa medita: No me vengan con conclusiones, la única conclusión es morir.
Suficiente.

















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