Sunday, September 05, 2010

P.

Solamente he visitado París en una ocasión. Y fue por culpa de H. Miller. En aquella época, creía en todas las maravillas y virtudes que describía en Nexus y Plexus, cuando quería huir de América con una de sus mujeres locas; para encontrar el paraíso perdido. Y es que en verdad, a mis veintidós años, yo creía firmemente en lo que relataban esas novelas. Así que trabaje y me fui. Y una vez estando en París no me enamore de París. El París que yo soñaba era mejor en las novelas y en la poesía. Creo que exacerbe demasiado al respecto.

Con el tiempo, un chico amante de la ciudad de las luces, en una ocasión me comentó, lo maravilloso de la arquitectura y los vinos. Todo el glamour que de ello se desprende. Tras su relato breve, con el escepticismo ocasional de ese instante le dije: París también es horrible. Luego, volteo y me miró con una cara: y ésta loca, ¿qué trae? Pero no dijo nada.

Pasado aquel tiempo, una chica en una platica nada fuera de lo común, presumió que era adicta a comer sopa de cebolla en un restaurante de Ensenada porque simplemente: “la servían igualito que en Paris”. […] ji ji ji


Me encantan los franceses, eso no lo voy a negar. Mis poetas favoritos son los malditos. Rimbaud me abrió el mundo cuando tenía diecinueve años, luego empecé a descubrir a los demás. Respecto a los filósofos, pues ni hablar,
Desde Bergson a Deleuze, sin olvidar a mi amado Antonin Artaud; siempre me han enseñado bastantes cosas en mi vida. Luego, los pintores, músicos, arquitectos… En fin, para no poner más nombres, sólo haré alarde de la exquisitez del genio francés. Eso nadie lo discute y la ciudad en sí, sin la miseria humana, es realmente hermosa.


A lo que voy es que la desgracia humana, la mendiga pobreza, es la misma: migrantes africanos vendiendo recuerditos, la clase media trabajadora –toda estresada y veloz en el metro-, niños hambrientos abajo de la torre Eiffel. Patético no!


Entonces, París también es horrible. Y el que está insatisfecho está insatisfecho aquí y en Tokio, o en cualquier otra parte. La onda de todo es percibir lo suficiente; y no dejar de sentir el infinito. Y no creo en el mejor restaurante del mundo, ni en el mejor hotel, ni en el mejor residencial…


Bueno ya.

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