Wednesday, November 14, 2007

I

La falta de conciencia me satura. No consigo obtener una percepción en ritmos cortos. El tener que, el deber que…junto con el “supongo” son palabras a eliminar. A veces, cuando la profanación me asfixia el alma, me pongo el disfraz de lo rojo. Coincido con las revoluciones materialistas, con los rencores hacia la represión… “Odio las transacionales” y “no quiero ser esclava de una de ellas”. Me sale lo rojo y mejor tomo vino para anclarme de una manera violenta a la tierra. Pienso en ese fuego blanco que se expande entre mis piernas cuando oscilo entre su boca y su voz. La afirmación vuelve. Hay un zen instantáneo, y no me importa ser roja, amarilla o anaranjada.

II

Pienso en el asilo que me invoca la institución filosófica… y me niego a abrir un libro, a devorarlo vorazmente con la intención de la comprensión. El placer del saber y las respuestas. Mi obsesión por el pensamiento. Mi bazo desmoronándose entre unas páginas de Hegel. La codicia de un ego que se mantiene oculto bajo el disfraz del escepticismo. El deseo de la eternidad, de la transmutación del tiempo, del nombre y la historia. Luego esa pierna temblando nuevamente. Simulo la torpeza. Y no entiendo nada. No quiero entender nada. Me robo un pedazo de tabaquería. ¡Al Diablo, al Diablo al diablo! Luego vuelvo a ver sus libros… y la tentación de la ciencia empieza a envenenarme. Nombres, fechas, descubrimientos…. Verdades. Y mi pierna sigue temblando… y no busco la narcosis textual…. Es cuando observo todos esos títulos de nobleza intelectual sin tiempo, sin tiempo, sin tiempo…. Tampoco quiero fumar cristal para escribir cinco libros en un año…. Tampoco.

Deseo un zazen instantáneo en la nada. No quiero salir. Print screen copy paste.

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