Sunday, December 09, 2007

El primer episteme es el del Renacimiento que se caracteriza por la semejanza. Para el hombre del Renacimiento, todos los seres están envueltos en una apretada red de semejanzas y correspondencias. Cada uno de ellos conduce a otro, al cual está ligado por invisibles hilos, por sutiles analogías. El pensamiento del hombre del Renacimiento no separa las cosas, sino que las une entre sí, ordena el mundo utilizando al cuerpo humano, donde todo está en estrecha relación, como metáfora suprema. El lenguaje del Renacimiento es, como dice Foucault, la "prosa del mundo". Sus signos no son arbitrarios, sino que reconducen a la esencia misma de las cosas: entre significante y significado existe necesariamente una relacion, algún tipo de semejanza que el estudioso debe descubrir. El conocimiento es fundamentalmente interpretacion, exégesis, del gran libro del mundo que Dios ha escrito para los hombres, es búsqueda de los signos, de las signaturas, es decir de los trazos que la mano de Dios ha dejado, como una firma, en la naturaleza.

De repente, a mediados del siglo XVII, este episteme se derrumba. El carácter general del nuevo episteme está dado por la representación, vocablo con el cual Foucault indica la racionalidad abstracta que divide e individua: «La actividad de la mente ...ya no será la de reunir las cosas, dedicarse a buscar algo que pueda revelar un parentesco, una atracción, una naturaleza secretamente común a ellas, sino que, al contrario, será la de discriminar, o sea, establecer la identidad de las cosas... En este sentido, la discriminación impone, en la comparación, la búsqueda primaria y fundamental de las diferencias...».[26]

En todos los campos, las cosas son medidas, ordenadas, tabuladas, colocadas en serie, en columnas, en estructuras. El conocimiento se espacializa y todas las "ciencias" son ciencias del orden, son taxonomías, nomenclaturas, clasificaciones, siguiendo el modelo de la Botánica de Linneo. En todos los campos, el análisis substituye a la analogía. En el lenguaje, el nexo de similitud, la conjunción entre significado y significante desaparece: la relación entre ambos deviene simplemente convencional, pero al mismo tiempo se la entiende como una relación clara e inequívoca. Las palabras y las cosas pertenecen a dos órdenes paralelos. Es la naturaleza misma de la conciencia humana, así como ha sido creada por Dios, la que permite esta relación transparente entre cosa y concepto de la cosa, entre cosa y palabra.

Este episteme desaparece abruptamente hacia finales del siglo XVIII. Comienza ahora la época moderna propiamente dicha, cuyo episteme se caracteriza por la historicidad y, como dice Foucault, por la aparición del hombre.

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