La estructura de las revoluciones literarias es nietzscheana (por nombrar un ritmo). Habita en las alturas del pensamiento, percibe mundos desde el afuera, por lo tanto, es una literatura que Afirma. En este latido, la alegría como percepción de alta frecuencia devela escalas multidimensionales con la única finalidad de hacer estallar la lengua, tal y como pensaba Deleuze. La literatura siempre aspira a la belleza (Kawabata), no como ideología estética ni mucho menos histórica, tan sólo como expresión del elan vital del creador. Afirmo: escribir es vivir más arriba de la pesadez moderna-posmoderna. Más arriba de los periódicos. Escribir es entrar al cuerpo en poesía. Escribir es una iniciación. En consecuencia, la evolución espiritual del escritor en turno, se devela en la música impregnada en su palabra y, como toda escritura es una expresión de lo sagrado, la palabra devela su naturaleza espiritual. Benjamín y Borges vivieron en sintonía a este viaje. El primero creando una de las más hermosas explicaciones sobre la naturaleza del lenguaje, el segundo al entender la escritura como una manifestación metafísica.
Y bien, ¿Qué tanta escritura es mera neurosis de juegos intelectuales? Y bien, ¿Qué tanta escritura es mera reescritura de verborrea periodística? Y bien, ¿Qué tanta escritura vale la pena de ser absorbida en el cuerpo para sanar? Y bien, ¿Qué tanta escritura es contemporánea?
La denuncia de las letras afirma la belleza. La denuncia provoca revoluciones literarias al vivir el mundo en otras puertas perceptuales (Blake). Al entrar al secreto del lenguaje con todo el cuerpo destapado en la vibración excelsa de la magia universal. Entonces, escribir implica un acto de percepción. Y claro, no un acto de percepción mecanicista. Aquí, no hay escalas de medición ni conceptos que alcancen a describir la apertura de la psique, el cuerpo, y el espíritu hacia el logos de lo eterno. Al contrario, hay música del cuerpo. Hay percepción implicada en cada acto creativo, hay por eso, una responsabilidad del creador hacia su vida misma. Escribir implica un acto de purificación de si. Escribir implica un compromiso hacia el cosmos. De no llenarlo de tanta basura. De no repetir la basura. De no incrementar la basura. Porque una cosa ya sabemos: De basura están llenos los periódicos. No queremos literatura de periódico. Amarillista, putrefacta, de baja vibración. Queremos pues, una escritura de la imposibilidad. Una revolución literaria que registre esas vibraciones excelsas a las que es capaz de subir cualquier espíritu humano cuando ha llegado al lugar que quiere llegar. Al espacio de la suficiencia y la redención. Al espacio-tiempo de la escritura bendita. Vibrar en carne-espíritu María Zambrano, vibrar en carne espíritu Frederick Nietzsche, vibrar en carne-espíritu: Parmènides, Pitágoras, Lezama Lima, Pessoa, Carrington. Bailar en la hechicería discreta de la palabra provoca revoluciones literarias. Y aquí, todo es cuestión de fuerza, todo es cuestión de ritmo. Todo es cuestión de afirmación. Todo es cuestión de aprender a volar en lo más alto, a propósito de Nietzsche. Estamos en círculos otra vez, ¿Empezamos?
5-Febrero-2012.
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