Es noche de besos renacentistas. Es una bella noche nihilista. Es noche noche, nada más. El "brillario" de las reflexiones cíclicas de brisa amarilla cicatriza mis rodillas mientras medito sobre el hablar y enmudecer de las poetas. Al cabo de un suspiro, hay una conclusión acurrucando mis vertebras calcinadas de un pensar futuro ya parido aquí.
Hay algunos renglones trascendentales que ya no reposan en la bandeja electrónica. Hay conjeturas sin ninguna particularidad. Propiedad. Esparzo los lamas de mil días de silencio sobre una hoja en blanco. Entonces suicìdo los sonidos en la última raya morada del atardecer. Ser y tiempo, puede ser un avaro final. Ser y tiempo, el orgullo de los estèticidas que amamantan mis neuronas mientras bailo en el siglo XIX. Ser sin tiempo es la explicación más arcaica que detalla mi mirada cuando no pienso.
Verás los tres siglos de letras mudas en la sabana roja de la habitación minimalista.
Verás los tres siglos de vinilos heroicos en el canto más alegre de tu libro favorito.
Verás cómo se abre todo en la mañana futura de toda la fe del multiverso con mi hueso puesto en el boscaje más excelso.
Cuando cierras aquella carta; donde fingía la mounstruosidad de las sirenas de tres espadas y
vitrificabas la suma eterna en la máquina de ritmos.
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