El multiverso es una orquesta
donde habitan sonidos de diversos tipos de vibración. Vibrar en amor presupone
una frecuencia, vibrar en odio o resentimiento otra. No todas las regiones
espacio multi-temporales vibran en amor (al menos no, en este planeta), en este
sentido, es importante comprender que las vibraciones que emiten nuestras
palabras también portan una sonoridad. En consecuencia, esta resonancia viaja
en los espacio-tiempo de todas las regiones (cualquiera que sea su tónica) y, precisamente,
forman parte de esa gran voz universal. La vitalidad de las palabras,
constituye, sin duda, un acto que al pronunciarse debiese ser consciente, y no
posicionarse meramente en eso que Derrida señalaba a propósito de Husserl como
signo indicativo; es decir, como un acto de comunicación interno e imaginario
que no deviene enunciación real en un mundo òntico externo. No obstante, esa
voz interna que habla y habita de modo silencioso en cada uno de nosotros, también
construye realidad. El que sea un acto silencioso y subjetivo no significa que
no esté resonando en el campo que constituye la naturaleza de lo “real”. Es importante, entonces, manejar el ritmo de
esa discursiva secreta de una manera favorable hacia el multiverso donde se
puedan contrarrestar las voces del resentimiento y odio en un estado creativo
capaz de subir las vibraciones hacia el amor de el mayor número de habitantes
de este planeta. Esta vía es una posibilidad para alcanzar la armonía y la paz.
Sin olvidar que, también el silencio (aunque se opine que es obsoleto en una
praxis material) emite resonancias que contrarrestan y debilitan las voces
cosificadoras del mundo “social” en cualquiera de sus variantes. Hace falta
pues, rescatar las formas de lo silencioso e inamovible, pues en este
multiverso no existe nada fijo, y el estar en ese acto aparente de “no hacer
nada” también se hace. La acción sucede todo el tiempo aunque no se materialice
en una imagen. Aunque no se capture en una memoria fotográfica. Aunque no se
registre. Phanta rei es algo latente todo el tiempo. Todo vibra todo el tiempo.
Todo dice todo el tiempo. Sólo hay que tener conciencia de la vibración de
nuestro lenguaje, pues como bien lo pensó Benjamín el lenguaje nos habita y nos
atraviesa como un gran mounstruo vivo. Somos poseídos por el lenguaje, y en ese
atravesarse por su fuerza invisible damos vida a las esferas en que vivimos. Es
necesario, entonces, vibrar paz para todos, vibrar suficiencia para todos, vibrar
en felicidad, para debilitar las voces de la decadencia e infortunio humanos en
todas sus variantes.
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