Me instalo solo, en un café; vienen a saludarme; me siento rodeado, solicitado, halagado. Pero el otro está ausente; lo convoco en mí mismo para que me retenga al margen de esta complacencia mundana, que me acecha.Apelo así a su "verdad" (la verdad de la que él me da la sensación) contra la historia de seducción en la que siento deslizarme. Hago responsable a la ausencia del otro de mi mundanidad: invoco su protección, su regreso: que el otro aparezca, que me retire, como una madre que viene a buscar a su hijo, del brillo mundanal, de la infatuación social, que me restituya "la intimidad religiosa, la gravedad" del mundo amoroso.
(X... me decía que el amor lo había protegido de la mundanidad: camarillas, ambiciones, promociones, poderes: el amor había hecho de él un desecho social, de lo que se regocijaba).
R.Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso.
(X... me decía que el amor lo había protegido de la mundanidad: camarillas, ambiciones, promociones, poderes: el amor había hecho de él un desecho social, de lo que se regocijaba).
1 comment:
El amor como algo que protege de la mundanidad. Ciertamente es así. Me gustó tu blog. Saludos.
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