Thursday, December 02, 2010

Visita a los cubículos de humanidades. Entregar libros cartoneros. Establecer conversaciones con Felipe Lee y Víctor Soto. Al primero le narre lo divertido y afortunado de mi tema de tesis en el doctorado, la suerte que tengo de tener una tutora con formación en letras desde la licenciatura al doctorado. Luego le seguí contando lo gracioso que se pone la clase de estadística porque el “Dr.” afirma que si se puede hacer investigación partiendo de cero. Lo cómico de la clase cuando dice: ¿Y la filosofa que dice? Y yo y mis argumentos sobre Planck y mis compañeros jalándose el cabello porque el profesor vuelve la clase más amena con las preguntas y los comentarios –filosóficos- por supuesto.

Al respecto Lee, me dice que un filósofo siempre causa sospecha e incomodidad en cualquier parte. Seguimos hablando de mi búsqueda sobre los teóricos de Harvard para ubicar la tendencia del pensamiento institucional de los próximos años. Entonces le comento que los conceptos gringos de mi tesis no me han dado tiempo para seguir con mi exploración del concepto de inteligencia en Bohm, que quizá tenga algo de tiempo en las vacaciones.

No sé cuánto tiempo pasó, al final me pregunta por Fausto, y le digo que ya sabe decir Hawkings.

En fin, sigo caminando unos pasos y me encuentro con el maravilloso profesor V. S. Está leyendo un libro de Schneider sobre una mujer que colaboró con Vasconcelos y después se suicidó trágicamente en Notre Dame. Enseguida, le pregunto por Mishima, y me empieza a narrar sobre un ensayo de estética que publicó Ciruela y contiene perceptivas Zen, Budistas e hindúes. Concluimos que la filosofía oriental es literatura.

Regreso a la biblioteca leo un momento, y continúo con mi búsqueda de Mishima en el centro de cómputo. Leo los siete puentes; desconfío un poco de la traducción, al final duermo…


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