Monday, July 16, 2012

Las ideas estéticas de Pessoa.

OO] Llamo estética aristotélica a la que pretende que el fin del arte es la belleza, o mejor dicho, provocar en los otros la misma impresión que la que nace de la contemplación o sensación de las cosas bellas. Concepción que puede implicar reduccionismo, fragmentación, objeto, o particularidad: moral del gusto. Mirar el mundo tal y como la lógica tradicional nos ha entrenado para percibir, es decir, padeciendo el engaño de contemplar “la realidad” desde un uso desmedido del yo –categorías, juicios-  y demás connotaciones al respecto. Esta concepción es la que pretende encontrar belleza y verdad  en la obra de arte (puritanismo según X. R. de Ventos).

[01] Belleza y verdad no conectan con el pensamiento estético del poeta portugués. Aquí lo importante es la fuerza: “creo que puedo formular una estética basada, no en la idea de belleza, sino en la de fuerza, entendida, claro está, la palabra fuerza en su sentido abstracto y científico; porque si fuera en su sentido vulgar, en cierto modo, no se trataría más que de una forma disfrazada de belleza. Visto de esta manera,  la fuerza será la intensidad de mi percepción y sólo desde las percepciones más altas se podrá crear un arte que no caiga preso de la normalidad (Kuhn), esto es,  desplazando la paranoia benjaminiana de la perdida del aura y recuperando la atención sobre el cultivo de la propia energía del artista. Pues como menciona Pessoa otra vez: El artista verdadero es un foco generador de fuerza; el artista falso, o aristotélico, es un mero aparato transformador, que sólo está destinado a convertir la corriente continua de su propia sensibilidad en la corriente alterna de la inteligencia ajena .

[02] Y bien: ¿Cómo generar e incrementar esa fuerza, y por ende, la percepción?
La estética taoísta nos da algunas claves. La física cuántica también. En este sentido, desglosaremos el espacio donde se dibujan ambos puntos de encaje y transacción.

II. ENCAJES Y TRANSACCIONES: Taoísmo y cuántica .

[03] Para iniciar esta reflexión considero importante  exponer las categorías de la estética taoísta vía las meditaciones de Racionero : Empatía (resonancia y armonía), Ritmo vital, Reticencia y Vacío.

[1.1] La empatìa implica resonancia entre perceptor y percepción. Y bien: ¿Qué es la resonancia? Una primera aproximación puede ser la  identificación emocional instantánea. Algo similar al ritmo del enamoramiento, o sea,  la intensidad sensible que se percibe al copular con el sonido de ciertas piezas musicales –por ejemplo-, que nos transgreden de la cotidianidad habitual; provocando una sensación de pliegue eterno en lo absoluto. Es decir, una especie de pegamento en el cual el sentido de lo “fragmentable” queda relegado a otros niveles inferiores de frecuencia.

[1.2] Ritmo vital. Recibir el "chi" (energía vital) emanado por los objetos y comprender el estado de ánimo de cada cosa. El estado de abierto del artista como eje emancipatorio de torrentes infinitos, abertura capaz de captar las sensibilidades que ocurren simultáneamente en todos los entes del universo. En tal sentido, el artista al ser un foco generador de fuerza –desde la estética no aristotélica- ha de estar en un estado de alerta continuo para dejarse poseer por toda la energía vital del cosmos.

[1.3]  Reticencia (no decirlo todo). Vibrar en la estética no aristotélica que propone Pessoa conjetura espacios discretos, tanto en la obra de arte, como en el artista. Hecho: el silencio es un estado presente pero de manera ausente. No existe la posibilidad de vincular significantes y significados como un proceso cerrado. Los posibles anclajes entre ambos quedan relegados en el espacio abierto de la imposibilidad, donde en cualquier momento es posible mantener relaciones secretas con la obra; transgrediendo cualquier esquema de interpretación objetivo y finito.

 [1.4]  Vacío. La sensibilidad del vació que transgrede toda percepción materialista es una cualidad taoísta. Nada toca a nada, en realidad, todo es vacío. Ello da pauta a una comunión alegre antes que algún síntoma decadente. La reconciliación con el vacío produce cierto desapego sensible que el artista es capaz de danzar sobre él; sin sentir pánico alguno. Entonces: el vacío es más importante que las formas materiales porque es allí donde transcurre el infinito devenir. Así pues,  no hay ritmo para perder el ritmo. Al contrario, la fuerza en el vació se intensifica. El cuerpo se vuelca sobre la ligereza del ritmo implicado, tonificando la recepción de ondas de vida; capaces de redimirlo del cansancio habitual, pues es en ese estado donde logra una reconciliación con ese espacio sagrado que no entra dentro de la profanación de la realidad.
… 


Hasta aquí, he configurado los posibles flujos –vía la estética taoísta- para intensificar la fuerza,  para crear, precisamente, el artista verdadero como un foco generador y no como un mero aparato transformador. Pasemos pues, de la estética taoísta al siguiente punto de transacción: la estética cuántica.

[04] La física cuàntica tiene su propia percepción estética del universo. Parto de la siguiente hipótesis: La fuerza se incrementa en la medida que se percibe el orden implicado.
Por orden implicado vamos a entender lo que nos arroja la filósofa española Ana Rioja citando a Bohm: “[…]  comenzar por la totalidad no dividida, piensa Bohm, quiere decir abandonar el orden mecanicista expresado en las coordenadas cartesianas y poner en juego una nueva noción de orden, el orden implicado o plegado, único que resulta apropiado a un universo de totalidad no fragmentaria”. (Rioja, 1992).

En tal sentido, esto significa abandonar la vieja idea –mecanicista- de concebir y conocer el universo mediante la explicación divisoria de lo que acontece,  esto es, conocer por medio del análisis. No obstante, es importante no perder de vista la raíz griega de la palabra lysis; que significa: disolver (to dissolve) disgregar (to loosen) y puesto que el prefijo ana significa arriba, analizar significa disgregar (to loosen from above). Sin duda, ello implica obtener una visión desde una gran altura de elementos que se ven como autónomos y separados.

De tal modo, para intensificar esa fuerza –señalada por Pessoa-, es necesario anclarse a la sintonía del orden implicado. Esto presupone intensificar la creación perceptiva bajo un nuevo potencial. D. Bohm y F. D Peat arrojan: Es necesario, tanto en la ciencia como en el arte, permitir que surjan nuevos órdenes generativos de creación perceptiva, órdenes que vayan más allá del contenido individual e incluyan la totalidad de la experiencia cultural común. Nosotros sugerimos que el orden implicado o envuelto contiene este potencial.

En cierto modo, lo anterior sincroniza con sentirse envuelto y no separado del universo,  sintonía que crea la percepción intensificadora de lo vital; más allá de cualquier esclavismo aristotélico. Pues cualquier percepción separatista resta fuerza a la creatividad y  sólo se producirán obras débiles incapaces de adelantarse a la explicación científica de la época.  X. R. de Ventòs piensa análogamente: el arte ha de evitar la categorización o “segmentación”. Es decir, percibir el mundo aristotélicamente.

Al contrario, el artista que fluye en el orden implicado ha de ser capaz de captar sensibilidades no categorizadas para recibirlas en el rayo de una nueva percepción, que transgrede filtros institucionalizados –normalizados- y siente bajo esquemas predeterminados. Todo esto a la fuerza –percepción- intensificadora de la física cuàntica, -en su noción de orden implicado- le resulta superfluo.

[05] Por otro lado, la percepción implicada sabe de antemano que el arte es mera apariencia –al igual que Nietzsche-. Desprecia la concepción de belleza y verdad; pues intuye perfectamente, que ambas nociones no son sino un simulacro fundamentativo de la proyección puritano-mecanicista del arte. En este sentido, no se comulga con el fenómeno de estetización difusa –tal y como creía Vattimo-. Al contrario, es tanta la fuerza creativa del artista; que las posibles alienaciones producto de la industria cultural –como decía Adorno-, quedan posicionadas en un lugar no identificable para el nuevo enfoque perceptivo.

En este sentido, he proyectado un  punto de encaje y transacción entre la estética taoísta y la física cuàntica. Ello con el fin, o no fin de  reforzar la hipótesis pessoniana de una concepción no aristotélica de la estética, a partir de la fuerza, como foco generador de intensidades perceptivas y por lo tanto creativas.
Pero –y éste es el núcleo de la cuestión- el artista con fuerza  (sensible a las cualidades taoístas y cuánticas de percepción)  no se ve amenazado por ningún adelanto tecnológico: logra equilibrar su sensibilidad entre el inocente devenir y el desarrollo incesante de las máquinas.

         Para finalizar, creo que es preciso tener en cuenta el incremento de la fuerza vital para la intensificación de la percepción. Las propuestas que presenté en este texto –estética taoísta y estética cuàntica-, se ofrecen como posibilidades para incrementar el enfoque de sí y por ende, el pliegue al ritmo natural del universo.  Por lo que es importante buscar una intensificación de la fuerza sensible como una acción de la imposibilidad. Transgredir el espacio profano del reduccionismo mecanicista para crear ese artista generador de fuerza que nos propone Pessoa. Pues vivimos en una sociedad de capitalismo asesino en donde cada uno de sus receptáculos pseudo- vitales están diseñados para debilitarla (sólo hay que observar el desmedido auge de las bebidas energéticas como un síntoma del debilitamiento y cansancio de las masas).

Es desde esta perspectiva donde surge la urgencia de una nueva creatividad, más fuerte que cualquier mecanismo de sumisión reduccionista. El cultivo de la fuerza es una necesidad inherente a la creación y mientras no se preste atención a otro tipo de órdenes, se seguirán creando cosas, débiles y comerciales.
        

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