Hay tres opciones susurrándome la espalda. Como
todo buen espectador de “ las lógicas del mundo”, me entretuve con algunas
explicaciones. De vez en cuando, amalgamé conclusiones, criptogramas, dinastías
de suaves redenciones... Sufrí la tentación pirrónica como cierta perdida de mentira infantil. Las
caminatas en la nave espacial sobre mi almohada, no anestesiaban las preguntas
de naturaleza. Aletheia. Morí algunos
siglos en un párrafo que dictaminaba profecías matemáticas. Otras, olorosas
santas embalsamadas, zigzagueaban músicas calladas en mi nada significativa.
Por cierto. Una letra rasgó el cielo rojo de toneladas de coral, y permanecí
incolora en varias sastrerías. En ocasiones, portaba la pantomima de un juego
de marioneta iluminada. Otra, escaneaba la ruta futura de las hechiceras irlandesas.
Padecía los triunfos de un renglón recién inacabado. En varios ciclos. Natural,
como cualquier sentimiento inmaculado, enrarecí las galaxias de mis vidas.
Entonces, aprendí a caer poco a poco, sobre los renglones no escritos de un
libro imaginario. Con el deseo, una, pierde la libertad. (Pensaba). Luego, las
afirmaciones de las fragancias secas en madera, robustecen otra vez mi
abecedario, y vuelvo a. Latir. Mujer tortuga mira más la música que el agua. Mujer
tortuga toca más la música que el viento. Mujer tortuga, dos óperas después: “Al
lenguaje de la ficción se le pide una conversión simétrica” Por eso, simetricé
los labios azulados de verdad, en un escapulario de lagartos vivos. Posaba
conversar con los animales como quien se trasluce infinito ante la crudeza de
un poema frio. No renunciaba a las fechas occidentales. El lúcido Hermes
Trimegistro no existió. Hipócrates tampoco. Podría, decirse, por ejemplo. Que
un saber tan cruel intentaba escapar de Neptuno. Que la genealogía del beso
abstracto ha muerto. Que la arqueología del silencio. Dictamina los últimos
renglones. Que deje de teclear. Que borre la pantalla. Que es preciso, dormir,
hoy en blanco. Dormida, ya, en la blancura de una tertulia ochentera. Amamanto
una sensación que no lleva título. El título, el título, es verdad. Aletheia. Epoje. Ereignis. Todos hemos
vivido en la casa de Asterión. Alguna vez. ¿Recuerdas mis días en la esfera de
metal? ¿Recuerdas? ¡Tanta inocencia en la ventana! ¡En el vacio! En la
frugalidad de la comida barata. Corrida. Despertar. La bóveda de respuestas inalámbricas
viene nadando esta noche. Claro, me sentí por un tiempo indeterminada.
Incierta. Por eso, escribí. Por eso, bailé. Por eso, respiré. Quería soñar bajo
árboles ingleses y regresar a la bola de cristal. Adentro ya. La percibidora abstracta del mundo. Se ha vuelto infinita… Es
una dinastía luminosa la que le guarda los labios. Es ya, la señal. ORAR.
Callar.
Tuesday, September 25, 2012
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