Tuesday, March 05, 2013

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Pensar sin el dualismo, en ocasiones, resulta una imposibilidad. Intuir una compleja burbuja de partículas inteligentes bordeando nuestras ideas nos aterra, pues la tradición aristotélico-cartesiana-mecanicista-occidental nos ha entrenado bajo la cuadratura y comodidad de un yo pensante, individualista, solipsista, competente. Peor aún: con ideas propias y originales. De ahí que, la competencia por legitimar la voz de un autor –como la gran mayoría de los filósofos occidentales- se vuelve una osadía en las universidades extranjeras, y en la mayoría de los casos, la tendencia es pensar que esa voz y ese pensar son producto de una mente individual. Pensar que las ideas las generamos todos cuando interactuamos nos produce terror, porque ya no existiría la firma del pensamiento propio, tal como lo abordaba Bordieu, por citar un ejemplo. Luego entonces, no resulta extraño que las ideas andan flotando en el espacio, y que el espíritu más lucido o destapado en cierta coordenada espacio “ideal” sea el afortunado de captar esa fuerza –al modo de Deleuze- y la conceptualice creando un código compatible para las ideas del momento. En este sentido, creo que no estamos preparados para aceptar que nuestras ideas no son nuestras, sino que son de todos. Así pues, el mecanismo del plagio resulta un instrumento de castigo –en términos de Foucault- para aquellos discursos que no se toman la seriedad de lo genuino y, saben de antemano, que están inmersos en una red de interconexiones textuales-intertextuales que se vuelven a reescribir bucle a bucle cada cierto tiempo que, el tiempo colectivo lo amerita, o necesita marcarlo nuevamente. Co-sentir, co-pensar, co-intuir significa que por ejemplo en toda relación humana, ya sea de amistad, de amor, o de cualquier índoles, todas las células  del cuerpo se mezclan e interactúan en todo los procesos creativos y vivenciales de esos tiempos. El amor es la muerte del autor por excelencia. Lo hemos visto bastantes veces: parejas de escritores, donde uno publica más que el otro, pero que no se le da la existencia pública a ese otro que siempre está presente pensando, sintiendo, discutiendo, compartiendo. El amor crea bastantes cosas, y mientras se mantiene intacto la energía creativa acumulada se incrementa en lo excesivo. De ahí que, esas propuestas que se proponen desde la quántica aunados a la filosofía, sí los conocemos a través de estas experiencias. No obstante, al volvernos reduccionistas, separatistas y parciales, lo castramos y volvemos otra vez a la individualidad.

Agradezco a todas las esferitas que me han acompañado en esta vida, a que mis ideas, mis estudios y mis proyectos sigan adelante y sean lo que son.


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