Pensar sin el dualismo, en ocasiones, resulta una imposibilidad. Intuir
una compleja burbuja de partículas inteligentes bordeando nuestras ideas nos
aterra, pues la tradición aristotélico-cartesiana-mecanicista-occidental nos ha
entrenado bajo la cuadratura y comodidad de un yo pensante, individualista,
solipsista, competente. Peor aún: con ideas propias y originales. De ahí que,
la competencia por legitimar la voz de un autor –como la gran mayoría de los
filósofos occidentales- se vuelve una osadía en las universidades extranjeras,
y en la mayoría de los casos, la tendencia es pensar que esa voz y ese pensar
son producto de una mente individual. Pensar que las ideas las generamos todos
cuando interactuamos nos produce terror, porque ya no existiría la firma del
pensamiento propio, tal como lo abordaba Bordieu, por citar un ejemplo. Luego
entonces, no resulta extraño que las ideas andan flotando en el espacio, y que
el espíritu más lucido o destapado en cierta coordenada espacio “ideal” sea el
afortunado de captar esa fuerza –al modo de Deleuze- y la conceptualice creando
un código compatible para las ideas del momento. En este sentido, creo que no
estamos preparados para aceptar que nuestras ideas no son nuestras, sino que
son de todos. Así pues, el mecanismo del plagio resulta un instrumento de
castigo –en términos de Foucault- para aquellos discursos que no se toman la
seriedad de lo genuino y, saben de antemano, que están inmersos en una red de
interconexiones textuales-intertextuales que se vuelven a reescribir bucle a
bucle cada cierto tiempo que, el tiempo colectivo lo amerita, o necesita
marcarlo nuevamente. Co-sentir, co-pensar, co-intuir significa que por ejemplo
en toda relación humana, ya sea de amistad, de amor, o de cualquier índoles,
todas las células del cuerpo se mezclan
e interactúan en todo los procesos creativos y vivenciales de esos tiempos. El
amor es la muerte del autor por excelencia. Lo hemos visto bastantes veces:
parejas de escritores, donde uno publica más que el otro, pero que no se le da
la existencia pública a ese otro que siempre está presente pensando, sintiendo,
discutiendo, compartiendo. El amor crea bastantes cosas, y mientras se mantiene
intacto la energía creativa acumulada se incrementa en lo excesivo. De ahí que,
esas propuestas que se proponen desde la quántica aunados a la filosofía, sí
los conocemos a través de estas experiencias. No obstante, al volvernos
reduccionistas, separatistas y parciales, lo castramos y volvemos otra vez a la
individualidad.
Agradezco a todas las esferitas que me han acompañado en esta vida, a
que mis ideas, mis estudios y mis proyectos sigan adelante y sean lo que son.
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