Ser consciente
de las palabras que usamos para construir nuestra existencia es fundamental. Sí,
me va muy bien, sí estoy muy bien. No tengo miedo. Todo estará cada vez mejor.
Mi sintaxis no está contaminada por la “duda” ni por las catástrofes del mundo.
Estoy en una zona del lenguaje donde todo es posible, y donde todo es un
milagro más allá de las cifras y los noticieros.
Mis
palabras evocan, construyen y afirman mi futuro de manera feliz.
Nombrar
es un acto de fe. Nombrar es un acto sagrado.
¿Y
usted puede nombrar su realidad futura a partir de configuraciones felices?
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