¿Qué escribir y para qué?
Escribir, escribir, escribir (pienso). Se
puede escribir sobre cualquier cosa (medito). Registrar cualquier línea ontológica
que sintonice con el enfoque de nuestra conciencia inmediata, cual ciencia
natural explicativa. (Husserl). La frecuencia metafórica por excelencia –la amorosa-
esa que evoca y estaciona hasta las mentes más perturbadas y confusas ante su aparición.
Es. Esa geometría que divide los estados en que habitamos en el cielo y los
estados en que habitamos en el infierno. Cero dicotomías. Es vibración. Ahora,
¿Qué escribir cuando la vituperación del mundo me resulta indiferente? O mejor aún:
irrelevante. Es decir, qué se escribe cuando el cuerpo está invadido por una
felicidad desbordante y un cuadro pasajero de momentos trascendentales
perpetuos se apodera de nuestro gozo instante a instante. Cuando somos estetas
y la podredumbre existencial desaparece instantáneamente, albergándonos en una sintonía
inamovible y suficiente que se antoja eterna.
Una escritura que realmente se preocupa por
la otredad dibujaría la huella de esos segundos imperturbables donde el autor
es suficiencia gratuita. Se abraza con los atardeceres y las moscas. La derecha
o la izquierda le resultan irrelevantes. Pues ahora, (por un mínimo segundo) le
interesa descifrar esos agujeros ambarinos que se asoman por las olas
miniaturas, y se torna avaro de alegría. Sí. Me interesa la otredad, y también quiero
que celebres la existencia. (Aunque suene a cliché). Entonces, pregunto: ¿Cómo
vibra la escritura de la felicidad? Experiencia trascendental. (Kant). Por
supuesto, no te hemos olvidado.
El cuerpo feliz es un cuerpo abierto.
Destapado. Tal mapa acupuntural de medicina china invadido de agujas luminosas
anclado al infinito multiverso. ¿Cómo se porta ese cuerpo?, ¿Cómo se vibra ese
cuerpo?. Un desapego sereno ante los males del mundo. Es un buen principio. Las
vertebras del alma se inflaman de inocencia y gratitud ante las insuficiencias
de la cultura. Respiran. Se detienen al inicio de un bosque ceremonial. Es un
instante amoroso. Lo inaudito es amar a la humanidad entera por tres minutos
continuos. Lo inaudito es no juzgar las carencias humanas. Así pues, el cuerpo
empieza a respirar por cada una de sus membranas. Dice Alfonso Reyes que sólo
se puede escribir después de un largo viaje llamado vida, y por eso, no cree en
las escrituras forzadas, en las escrituras vomitivas, en las escrituras
apresuradas. Es, en este sentido, cómplice de esa dilación que suena en Eco al diseñar
sus Bosques Narrativos donde no duda en cobijar cada uno de nuestros sentidos más
allá de su erudición. La calma de su escritura entre líneas. La madurez
espiritual que se devela en cada una de sus notas. Esa vida de escritora plena
que se asoma en una fotografía de Youcernar desde su vejez. (Por eso te leo,
estabas muy feliz). La confianza absoluta que denota la mirada niña de ese ser
que se dice escritor. Entonces, vale la pena darte mi tiempo. El tiempo (el
otro) el tiempo de la pesadez está en todas partes. Lamentablemente. Luego, un
nihilismo afirmativo es ese Gay Saber que tanto respiraba en Nietzsche.
Entonces, ¿Whitman, escribir para qué?
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