Tuesday, December 17, 2013

¿Qué escribir y para qué?

Escribir, escribir, escribir (pienso). Se puede escribir sobre cualquier cosa (medito). Registrar cualquier línea ontológica que sintonice con el enfoque de nuestra conciencia inmediata, cual ciencia natural explicativa. (Husserl). La frecuencia metafórica por excelencia –la amorosa- esa que evoca y estaciona hasta las mentes más perturbadas y confusas ante su aparición. Es. Esa geometría que divide los estados en que habitamos en el cielo y los estados en que habitamos en el infierno. Cero dicotomías. Es vibración. Ahora, ¿Qué escribir cuando la vituperación del mundo me resulta indiferente? O mejor aún: irrelevante. Es decir, qué se escribe cuando el cuerpo está invadido por una felicidad desbordante y un cuadro pasajero de momentos trascendentales perpetuos se apodera de nuestro gozo instante a instante. Cuando somos estetas y la podredumbre existencial desaparece instantáneamente, albergándonos en una sintonía inamovible y suficiente que se antoja eterna.

Una escritura que realmente se preocupa por la otredad dibujaría la huella de esos segundos imperturbables donde el autor es suficiencia gratuita. Se abraza con los atardeceres y las moscas. La derecha o la izquierda le resultan irrelevantes. Pues ahora, (por un mínimo segundo) le interesa descifrar esos agujeros ambarinos que se asoman por las olas miniaturas, y se torna avaro de alegría. Sí. Me interesa la otredad, y también quiero que celebres la existencia. (Aunque suene a cliché). Entonces, pregunto: ¿Cómo vibra la escritura de la felicidad? Experiencia trascendental. (Kant). Por supuesto, no te hemos olvidado.

El cuerpo feliz es un cuerpo abierto. Destapado. Tal mapa acupuntural de medicina china invadido de agujas luminosas anclado al infinito multiverso. ¿Cómo se porta ese cuerpo?, ¿Cómo se vibra ese cuerpo?. Un desapego sereno ante los males del mundo. Es un buen principio. Las vertebras del alma se inflaman de inocencia y gratitud ante las insuficiencias de la cultura. Respiran. Se detienen al inicio de un bosque ceremonial. Es un instante amoroso. Lo inaudito es amar a la humanidad entera por tres minutos continuos. Lo inaudito es no juzgar las carencias humanas. Así pues, el cuerpo empieza a respirar por cada una de sus membranas. Dice Alfonso Reyes que sólo se puede escribir después de un largo viaje llamado vida, y por eso, no cree en las escrituras forzadas, en las escrituras vomitivas, en las escrituras apresuradas. Es, en este sentido, cómplice de esa dilación que suena en Eco al diseñar sus Bosques Narrativos donde no duda en cobijar cada uno de nuestros sentidos más allá de su erudición. La calma de su escritura entre líneas. La madurez espiritual que se devela en cada una de sus notas. Esa vida de escritora plena que se asoma en una fotografía de Youcernar desde su vejez. (Por eso te leo, estabas muy feliz). La confianza absoluta que denota la mirada niña de ese ser que se dice escritor. Entonces, vale la pena darte mi tiempo. El tiempo (el otro) el tiempo de la pesadez está en todas partes. Lamentablemente. Luego, un nihilismo afirmativo es ese Gay Saber que tanto respiraba en Nietzsche.

Entonces, ¿Whitman, escribir para qué?


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