Friday, February 16, 2007
Bueno se despide, la voluntad del verdico diciendo el pensamiento es como el movimiento de las palomas, esas gaviotas de asombro....
DMT*664
Wednesday, February 14, 2007
Extraño escribirle cartas. La sensibilidad aunque fuera ficticia mantenía mi espíritu en cierta línea de vitalidad y expansión voluptuosa. No sé que tan cursis serían todas esas cartas de las que nunca recibía respuesta, pero intuía silenciosamente que le causaban cierto placer y bienestar. Nunca las rechazó y nunca nos rechazamos. El día que decidí no escribirlas fue porque el acontecimiento empezaba a volverse una costumbre y empezaba a perder su espontaneidad. No sé porque tengo la sospecha de que usted aún las conserva. Siento nostalgia por no tener ese sentimiento que me arrojaba en canciones amarillas y esas frutas raras que acostumbra mencionar. Usted quizá mandaba las cartas hacia otro remitente y tampoco le contestaban. No importa, el sentimiento mutuo circulaba por los horizontes más desconocidos y seguramente su destinataria sentía el mismo regodeo de recibirlas y no contestarlas. Hoy ni siquiera me atrevo a mandársela a su correo electrónico. Deseo recuperar esa frecuencia más no estoy segura si debo seguir perpetuando el mismo personaje. De cualquier manera le agradezco todos esos instantes de realidad pura en el que el anonimato tendió a vencernos en una honestidad absoluta. Al fin pude despertar toda greñuda con mi pijama fea y sentir que la mascarada no tenia sentido… Escribo esto porque mi corazón ha estado en letargo y necesita un poco de resurrección. Hasta pronto.
La experiencia mística me remitía al espejo de un momento. La primera vez que entre al cubículo del zazein, fué para desterrarme de esas visiones cuadrangulares, que apaciguaban mi alma entre el discurso de la estética tradicional y la destreza del azar. “La cabeza del gigante” que me acompañaba disfrutaba de la misma sintonía: Tomar los pinceles, e invocar el acontecimiento mágico. Sólo era una cuestión de trance, una petición, una oración hacia lo que el llamaba su “yo trascendental”, pero no a la manera de Kant, sino al estilo de algunas sectas destinadas a los cielos blancos. Le gustaba exorcizarse sobre papel tipo tortilla con lápices de carbón marrón. Luego empapando su deseo con una suave vibración de su vena predilecta (yugular), empieza a jugarse en la laberíntica extirpación de sus traumas.
Disculpa la decadencia.
Hoy la cura se vuelve imprescindible. Las estacas que han acribillado la voluntad en su
más nimia presencia ha dejado de revelarme el abominable entusiasmo de la duda. La fe
vuelve a atosigarme en los discursos. Todos aconsejan esperanza. Galopa la certeza en la tangente de mis sueños. Me han regalado miles de tesoros acantonados con finas fieras del Leteo. La sucursal de la vuelta atrás aterriza en un calendario impreciso en donde la palabra tiempo no esboza significado alguno. No he inventado ninguna historia de amor; ni imprecisa ni con tonalidades de verdad. Escribiré un libro balín y moriré en paz.
Saturday, February 10, 2007
Ensayo sobre la incoherencia.
Conseguí el veneno; no dejé un solo rasgo de él.
Lo devoré todo, hasta el hartazgo.
El descenso fue lento, lo recuerdo.
Me carcomía lenta y placenteramente,
un amor maldito/bendito.
Respiraba sólo lo eterno.
Salí del desconcierto y comprendí el hastió
De la finalidad sin fin. Esa memoria y sus demonios.
Proseguí con el espíritu insumiso en aquello
Que es inagotable pero insuficiente.
Ya no es vida, es camino a seguir.
Lo comprendí todo. No tuve miedo, el peligro
Me seducía como una daga que ironiza el vientre
Sin todo. Y así, en la nada, volví a aniquilarte,
Hasta poseerte todo y blasfemarte en un punto.
En el mismo punto. Fué delicioso.
Sin embargo, te desvanecías, te extrañaba y te deseaba.
Te fuiste, me quede ahí. En ese mismo cuarto
Pasaban las horas y me embriagaba con tu recuerdo,
Me hundí en tus blasfemias. Renací en el fuego
Que dejo tu ser efímero y mi corazón estallo
En mil pedazos sólo para seguir amándote
Cada día más y cada minuto te odiaba más.
Y te deseaba tanto que decidí aniquilarte.
Descubrí que el objetivo era inerme para la
realidad, continué como la historia de la que no
hacen los hombres, sino la voluntad del sentimiento
que nunca descansa, perteneciente al transcurso
que sobrepasa el objetivo de la existencia y
lo remite al fundamento infundamentable.
Me atasque de los conceptos. Fue entonces cuando
Comprendí lo incomprensible. Y volví a poseerte.
La circunfranavegacion de la muerte se hizo latente.
Un tiempo ahistorico empezó a desmitificarme.
Tu nombre y el mió fueron los mismos.
La tentación… de existir trajo a un tercero, un intruso
El desconocido vino y te clavo la navaja del odio
Y me destruí hasta ver que renaciste en mi interior
Superfluo y humano, demasiado humano.
Monday, February 05, 2007
En occidente el cuerpo es el gran desconocido. Totalmente de acuerdo: se reduce a mero discurso. Se ha recurrido a dicho "concepto" solo para querer desmoronar el aire de la metafísica. Intento que no se ha logrado porque queda reducido a meros alucines. Son pocos los intelectuales que tienen un conocimiento profundo de su cuerpo por eso no pueden hablar de èl al modo de los orientales. Todo se queda en la energía más lenta, es decir, la del pensamiento. El centro físico queda relegado a sus funciones más bàsicas. El chacra raíz esta tapada en la mayoría de los pensadores porque solo dirigen su energía en la cabeza. Por eso las jorobas, los malestares y el uso recurrente a las drogas. Fuman cristal u otras sustancias para publicar libros y libros a lo baboso. Nunca aparece el cuerpo. Pues para conocerlo se tiene que empezar a respirar por cada uno de los centros energéticos y eso se consigue con una disciplina ardua de por vida. Quizá un intelectual que logre detener su eyaculaciòn durante el acto sexual y practicar algo de tantra pueda hablar del cuerpo.
Por el momento permanezcamos en silencio y corramos a subir montañas. Desintoxiquemos de occidente.


