Ensayo sobre la incoherencia.
Conseguí el veneno; no dejé un solo rasgo de él.
Lo devoré todo, hasta el hartazgo.
El descenso fue lento, lo recuerdo.
Me carcomía lenta y placenteramente,
un amor maldito/bendito.
Respiraba sólo lo eterno.
Salí del desconcierto y comprendí el hastió
De la finalidad sin fin. Esa memoria y sus demonios.
Proseguí con el espíritu insumiso en aquello
Que es inagotable pero insuficiente.
Ya no es vida, es camino a seguir.
Lo comprendí todo. No tuve miedo, el peligro
Me seducía como una daga que ironiza el vientre
Sin todo. Y así, en la nada, volví a aniquilarte,
Hasta poseerte todo y blasfemarte en un punto.
En el mismo punto. Fué delicioso.
Sin embargo, te desvanecías, te extrañaba y te deseaba.
Te fuiste, me quede ahí. En ese mismo cuarto
Pasaban las horas y me embriagaba con tu recuerdo,
Me hundí en tus blasfemias. Renací en el fuego
Que dejo tu ser efímero y mi corazón estallo
En mil pedazos sólo para seguir amándote
Cada día más y cada minuto te odiaba más.
Y te deseaba tanto que decidí aniquilarte.
Descubrí que el objetivo era inerme para la
realidad, continué como la historia de la que no
hacen los hombres, sino la voluntad del sentimiento
que nunca descansa, perteneciente al transcurso
que sobrepasa el objetivo de la existencia y
lo remite al fundamento infundamentable.
Me atasque de los conceptos. Fue entonces cuando
Comprendí lo incomprensible. Y volví a poseerte.
La circunfranavegacion de la muerte se hizo latente.
Un tiempo ahistorico empezó a desmitificarme.
Tu nombre y el mió fueron los mismos.
La tentación… de existir trajo a un tercero, un intruso
El desconocido vino y te clavo la navaja del odio
Y me destruí hasta ver que renaciste en mi interior
Superfluo y humano, demasiado humano.
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