Thursday, December 21, 2006

El ego se vuelve tan gigante que ni los amoríos más paganos logran disiparlo. Es el poder de desafiar los acontecimientos y volverlos a torcer en mi horizonte. Algunos agónicos y salvajes brincos de sangre, tratan de entumecer mi deseo, en la caricaturización obscena de la posesión. Vuelvo al tao y todo lo que hago no le pertenece. La poca memoria que poseo me obliga a abrir los manuales y tratar de lavar un poco mi cerebro. Olvido absolverme de los ajos y vinos que resguardan la esquina de mi habitación. He perpetuado varios asesinatos. Pido perdón. Pero la blasfemia es tan hedonista que ni la pintura de mascaradas translunares a logrado disolverme. Mis manos están en tatoamasi y odian este tono. Decido cambiar la melodía e invocar las fuerzas cirenaicas sobre mi superficie. Sacra tierra, sacra nube, revuélveme en la ligereza de tu noche.

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