Sunday, November 23, 2008

Y:

Rutinas de ficción
I

(09 de mayo del 2008)

No ríe ni deja de sonreír; luego ríe, mira el monitor, mira constantemente el reloj, ignora el teléfono, piensa, me habla, me calla, lee en voz alta, me ignora, me escucha, no pierde un sólo detalle aun cuando no me está mirando. Y no lo puede evitar: es un niño. Me mira por instantes como quien voltea a ver una artesanía turística: “¡pero que zapatos más feos!” Y continua hablando del mismo tema, luego que a sí mismo se interrumpe “Pff, bueno, bueno”. Irrumpe, se levanta, recuerda, gira, toca su rostro, se reclina en la silla de escritorio, se acuerda de sus poetas favoritos, me pregunta si yo conozco ha, si he leído ya, enumera su estante, acaricia algunos libros, pronuncia algunos conceptos, me da algunas claves. “Compermiso” Saca un libro del estante, me lo muestra, otro. Vuelve al monitor, no lo puede creer “Esa noticia está como tu cabello”. Intento hablar, levanta la voz. Todo ha perdido el sentido “Yo no se para qué viniste hoy”. Me reta, dudo, el sabía, sigue.
Y adentro lo observo más profundamente qué el mismo, en una dirección que no ha experimentado nunca; cuerpo, vientre, hombros, piernas, brazos, cabello, botas; meñiques de Minos, lóbulos mágicos y barbilla puntiagudos; como un hombre hecho de sol y trigo, cálido y de aura amarillo, bronce piel como fuego y como viento transparente alma y conciencia, fluido, inmenso; una criatura humedecida por las olas blancas de una playa en Canarias; la obra de un encuentro lúdico en el que la vida lanzó una enorme y fantástica risa en forma de hombre, la lanzó al océano, la arrojó a un vientre y lo hizo parecido a un atlante hace 44 años en España: en el mundo.
El paisaje detrás de él se extiende azul y atardece, tenue y flota, un aire mezclado entre mar y montaña, entre aquello que él mismo ha visto y ha olvidado cada vez que se marcha y se queda, se escapa y regresa, disuelto, absorto, atento, entregado en los libros, la fantasía, el monitor y la puerta que está detrás de mí, detrás de todo visitante, abierta de alegría, abierta e incitante como el abrazo diáfano de su conciencia al percatar la presencia ajena, cualquier mirada o cualquier palabra de quien aparece, engaña, miente, trabaja, pestañea. “Y ellos que piensan que pueden darme con el dedo en la boca”, me decía una vez en secreto como dice tantas cosas que no pertenecen en realidad al mundo privado, pero que él las vuelve confidencias como quien no es amigo de nadie.
Enorme, colosal, ¿habré visto hombre más salvaje? Jamás cruzar el océano y menos venir de todas partes sin perder el acento africano ni el antepasado borgiastico detrás de los protocolos y los cuadros. Hermoso y sutil, autentico y fuerte, alegre, vivo y mágico, sólo puede ser real. “Yo soy escritor” ¿pero que no es antropólogo? (arguyo con risa tonta) “Por eso, es lo mismo”. Hace una pausa de medio segundo: “Yo soy el mejor lector que has conocido”.
Alguien llama, contesta, “sí”, afirma, regresa, lee más. Esta conversación se ha vuelto sobre física “Mi alumna, alumna, ¿en serio las quieres? Y yo que siempre estoy en eso, te pasaré mis lecturas”. Discurre, apura ya que muere de hambre. Parece que no puede parar. Desespera, pero qué foto e hija más linda, parecidos, iguales, lóbulos mágicos, niños, seis meses, preciosos “Eso no me hace gracia eh”, hace un gesto más creíble que los mil anteriores, como quien desea ocultar cuan sensible es todo lo que acaba de escuchar, y cuan cierto es querer huir de Tijuana, a Jalapa o Chiapas, a España. No se vaya maestro. No ¿A dónde? No soy nada (pienso). ¿Usted será mi lector? “Claro, claro”. Mientras me señala la puerta, me pide que lo acompañe, hemos resuelto ya una charla, hemos resuelto ya casi nada, hemos accedido a todo lo que el ha dicho. Se adelanta. Saluda amable a su asistente “Dancística y yepeana”. Reímos.
Aun lo miro profundamente en mi mente. Le sigo y me sorprendo como quien admira a un hombre. Me pregunto quién es, quién es. Bajamos entreconversando las escaleras. Me siento orgullosa en ese pequeño tramo. Distraído y atento, tiene todo pensado y resuelto, el ya sabía que… el sabe que… Llegamos al vestíbulo, salimos del edificio. Ingenuo y distante, me despide, cálido y amable, sin haberme dado la más mínima trascendencia, sin haberme desatendido más. Feliz, lo miro alejarse y perderse en la construcción caprichosa de este día y estas ansias. “Es verdad, eso es cierto”, repito para mi sus palabras y algunos nombres al azar.

1 comment:

Yaren R. said...

inche Karla! te gustó mi retrato verdad? no lo creerías, pero después de este texto el jamás ha vuelto a ser igual...




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