Lo vi llegar a mi espacio onírico cero menos
tres. Logré anticipar el aroma de los lugares que había pisado los últimos días
por el movimiento de sus rodillas. Su campo aural estaba chicloso como de
costumbre. Seguramente había platicado e intercambiado algunas sustancias con
los ciegos de espíritu de siempre. Años
en la misma posición. Años en el mismo discurso bukowskiano fuera de tiempo. Por eso, metí mi cuerpo en una pirámide
violeta imaginaria; no me gusta cargar con karmas ajenos. Tampoco con monstruos
y rebeldías de corn flakes. A los días, leía que tus ansias espirituales y tus
miles de paseos a Real de Catorce. También eran predecibles, irremediables. No
entiendo, por qué confunden eso con transgresión. La transgresión es luminicencia, aunque luego
lo vinculen con discursos sagrados. Insisto: lo sagrado está en otro lugar. Entonces,
como me aburrí tanto, cambié la configuración onírica de mis noches de Agosto. Invoqué, conocer otras civilizaciones, quería llegar a otras formas mentales, no a las
mismas que se propagan por todas las mentes intelectuales de la normalidad.
Al
despertar, en mi primer sueño, la vibración espacio-temporal de una habitación con
rasgos medievalistas sonaba al musgo de los metaleros. Entonces, empecé a
configurar pirámides rosáceas a tres kilómetros alrededor. Los bichitos
pseudo- satánicos trataban de incomodarme, pero estaba tan feliz y tan abierta; de inmediato desaparecían. Poco a poco, fui desinfectando el espacio de esa
orquesta pseudo-infernal. De pronto, alcance a percibir como un metalero
empezaba a desintegrarse y a adoptar, cierto tono de dulzura y armonía. Lo invité
al Jardín de las Flores Alquimistas y, era tan lozana y fresca su felicidad que, al despertar, tiró su pipa de cristal.
Encrucijada.tres.punto.cero.jazmin.minimal.canela.
Encrucijada.egipicia.tonalidad.abstracta.cero.racional
Encrucijada de los tres ojos de Zeus.
Encrucijadas infinitas.
Nada tiene final.
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