Friday, June 29, 2012

escribir no es cualquier cosa.

Comenzó entonces otro duro trabajo que duró aproximadamente un año. Mario Bellatin se acostumbró a un nuevo ritmo de vida: empezó a realizar una serie de rituales que consideraba necesarios para su evolución como escritor y se sometió a rígidos horarios y estrictos entrenamientos para perfeccionar el arte de la escritura, tal y como le insistía una y otra vez Macaco, quien además lo obligaba a escribir en los sitios más inusuales, puesto que el escritor venezolano debía intentar que su corazón, mente y espíritu fluyeran desordenados para que su literatura llegara a las cimas que deseaba alcanzar; para estar en situación de modificar las condiciones que habían hecho que a finales del siglo XX el arte literario se encontrara en un callejón sin salida y viviera anclado en el pasado rememorando angustiado los tiempos —antes de la eclosión del cine y la fotografía— en que fuera considerada el arte mayor. Por lo que, en días concretos fijados con anterioridad, estaba obligado a escribir sin cesar de madrugada. Cuando el sol desaparecía, debía urdir una historia que no debía abandonar ni finalizar hasta que se anunciara el amanecer. Solo le estaban permitidos tres descansos de treinta minutos cada uno.


(Un sitio web, sobre Bellatin)

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