Hay tiempos de leer libros y hay tiempos de
leer el mundo. Dentro de mi vivencia personal, hay momentos en los que he llegado
a un hartazgo y saturación que decido tomar distancia y regalarlos. Porque me están explicando el mundo con sus categorías,
con sus experiencias, con eso. Al cabo de días, transcurro en un nihilismo
afirmativo y regreso a explicaciones metafísicas o de naturaleza subatómica; tal vez, caminé muy temprano por todo esto. Tal vez. Pienso. Después vuelvo a
recuperar el delirio por querer saberlo todo y me detengo. Sin embargo, hay
mentes a las que siempre regreso una y otra vez: Kant, Borges, Reyes,
Heidegger, Bohm, Lao Tse. Los exploro otro rato y a los días los abandono. Me
volteo de cabeza, irrigo mi cerebro con mucha sangre, y empiezo a devorar lo
invisible por mi tercer ojo. En ocasiones, he tratado de vivir un día en
absoluto silencio, pero luego, la tentación del pseudoconocimiento intelectual
me avasalla nuevamente y caigo en la ya trivial trampa del lenguaje. Recuerdo a
Leibnitz y a Hume, recupero el
entusiasmo. Saco la Baraja Española, sacudo mi espíritu, limpio cada meridiano
de mi cuerpo. Y. Empiezo a mirar otra vez. Soy una adicta a los conceptos de ocasión.
Soy una adicta a lo invisible en lo post. Infinito.
Querida, queridos, que no los engañe el
camino de los libros.
No comments:
Post a Comment