Los días de clarividencia, en ocasiones se vuelven trillados. Todo parece emular una guerra de cielos contra cielos o de inviernos contra infiernos o viceversa. Congelar los nombres del torbellino, pintar con sales rojas los orificios de la piel, para que al caer la noche: Los fantasmas no sigan ninguneando a las estrellas. Llega gente muy loca. Acá. Gente que viene desde San Diego preguntando por algún fetiche esotérico que les ejecute: La redención en turno. O el placebo anhelado. En esos falsos anuncios de televisión. Yogurth. Yo, sigo dando clases de filosofía, y volando por las noches. Imaginando que un día voy a encontrar. El mapa onírico de la ciudad. Y que lo voy a curar. En su parte de inframundo. En su renglón cero binaural. Pero, doña Patricia, sigue insistiendo en la acutomancia de la luna del siete de Junio. En las cartas de amor estrafalario y oraciones minimalistas. Que ronronean los delfinarios del pentagrama. De mi ranchito fronterizo. Del umbral vituperado que resguarda mis cosmogonías orientales. Entre operas Celestinas y barroquismos digitales. La señora del carrito del bebito pelón, sigue rezando sola. A lo mejor mañana, el carrito de tacos varios de la calle tercera, respirará nubarios acanelados y, el hemisferio cerebral del bebito experimentará una resurrección breve. Los días de clarividencia quieren regresar a la página favorita del sitio web jamás construido. Aunque varios blogs opinen lo contrario. Los animalillos kafkianos del Parque Teniente Guerrero, me lo han indicado otra vez. Nadie quiere volver al bar rojo con puerta amarilla. La botita sigue colgando entre cables. La fiesta en el pentagrama fronterizo sufre un despojo leve. Alguna confusión pseudo-moderna. O de esas que se dan con el tiempo. Quizá es la culpable. De que ese lugar maravilloso (DL) de baile. Esté desterrado. Voy a invocar a las delfitas del Parque Morelos para que se infiltren en el lugar. Y que lo voy a curar. El mapa onírico de la ciudad. Ha de estar escondido en ese sitio. Por tanto baile. Y tanta felicidad. Eudemonia decía choristòteles. Una vez, alguien puso eso en el Twitter. Es una noche maravillosa. Con canciones maravillosos. De un hermoso maravilloso. Seguramente. La señora del carrito del bebito grandecito y pelón. Ha experimentado un instante de fe. Justo en el momento en el que uno de esos amantes leales maravillosos. Han dado click a un mensaje de amor. A lo mejor mañana, todos vamos a estar felices. Y el malecón de Playas de Tijuana recibirá nuestra carne hambrienta de sed. De sed otoñal. La botita sigue colgada entre cables. Esta ciudad descansa tranquila otra vez.
Tuesday, May 15, 2012
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