Ven, colúmpiate
en mis venas. Ven, colúmpiate cual noúmeno encendido en silencio escandinavo.
Sube: sonámbulo de lumbre, ciego de planetas,
harto de sonido. Recuerda todos los planetas imposibles mientras jugamos
a derribar sarcófagos, a petrificar cigarras, a edificar mares de papel. Seré
tú Fausto jugando a los signos escondidos. Seré tu arcano favorito en la puerta
ardiente de muerte y lluvia espinosa. Luego, cuando tu sueño quede vencido en
el hilo de una esfera, verás mis tres nombres atravesando la frecuencia etérea
de toda esa gramática ancestral. Recuerda, al borde, no hay nombres: hay
colapsos, hay filos, hay espejismos. Hay un solo diminuto instante sin traducción.
Hay un solo diminuto poeta vencido por un a
priori irreductible.
Callado, el jardín de flores eléctricas, recibe los
espasmos de aquellos primeros besos. Al instante: una mirada hegeliana. La
habitación fibrosa de gritos cirenaicos. ES.
Un solo click, y todo vuelve a
mojarse de esa elegancia sutil, de
escenas estelares. Y como todo es estelar, callamos. Y como todo es estelar, volamos. Y como todo
es estelar, estamos al inicio, otra vez. ¿Verdad, aletheia?
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