Monday, June 23, 2008

Había una vez, en el campo, un niñito, llamado Niño

Faustiko. Un día el Niño Faustiko vio una nube, más

redonda y suave que las demás.

¡Qué maravilloso, si bajara a jugar conmigo!, pensó.

Tambièn la nube había visto al Niño Faustiko y le había gustado mucho. Deseó conocerlo y descendió lentamente al punto donde estaba el Niño Faustiko.

“Buenos días, Niño Faustiko”

“Hola, nube, buenos días”

Y se hicieron amiguitos de Kinder.

Todas las noches la nube iba a darle un “becho” en su cunita espacial y todas las mañanas iba a despertarlo. Al Niño Faustiko le gustaba mucho esconderse en la nube. Dentro, no veía nada. Todo era blanco y olía a incienso de algodón.

Cuando olía a hierba y flores, el Niño Faustiko sabía que la nube había meditado en las praderas. Y cuando olía a brisa, y a estrellas nocturnas, sabia que había dormido en el mar. Pero el Niño Faustiko nunca se quedaba mucho tiempo dentro de la nube porque

se mareaba un poco.

Entonces, cuando venia el mareo, se salía, y empezaba a teletransportarse con su chupón volador. Al mismo tiempo gustaba tomar baños de nube. Cuando efectuaba ambas cosas, tenia la piel húmeda y se sentía lleno de frescor. Memorizaba todos los chistes del mundo, automáticamente.

Era un verano terriblemente caluroso. La nube decide marcharse a otra dimensión. El Niño Faustiko conoce la melancolía.

“Aun no eres suficientemente grande, tienes que ir al mar, a la montaña donde hay mucha bruma y niebla que te sentaran bien”

“No te vayas nubecilla, ya no me voy a marear cuando este dentro de ti, conoceremos

la magia de la risa y las mielecillas blancas, te prestare mi chupon”. “Te puedo instalar un suich super espacial”.

Episodio cero menos uno----- continuarà------

1 comment:

Ila said...

me enterneces!




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