Thursday, June 19, 2008

Primer Edipo.

(Los paraísos puros -no- han muerto).

K. sale corriendo despacio hacia un recuerdo extraño. El primer Edipo le llena el rostro
de una suave nostalgia. Vidas perfectas. K y los poetas malditos. K y los grandes pintores del renacimiento. Sus primeras preguntas existenciales. La libido infinita encajada en la duración perpetúa. El aroma de los oleos y la madera. Las paredes azules y sus muñecas despiadadas. El exorcismo de los primeros traumas. El estado cero de la responsabilidad. ¡Ah, como te amo Rimbaud! ¡Como amo el estadio dionisiaco de tus letras en mis pequeñas soledades!

Los pequeños golpes sadianos. ¡Ah, pequeño Sade! El insoportable estadio de las dulzuras silvestres; abofeteándonos la boca en puños de sandias rectangulares. Los amaneceres dragando la brisa de la inmortalidad. La holgazanería coronándonos las vértebras y el rostro. Placer menos cero. ¿Era, o no era el exceso?

Nunca escribo de ti, primer Edipo. Me abstengo de profanar aquellas bacanales. Pero hoy, las velas blancas, me otorgaron un recuerdo. La tentación destello en vértices delirantes. Es esta bella nostalgia, la que me llevo a invadirte un momento. Sólo este momento. Me despido imágenes de paraísos puros. ¡Invoco paraísos puros, bacanales puras! ¿Porqué no? Me afirmo hedonista, en este instante. Sólo en este instante.

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