Metáfora a mi ridícula vanidad.
Hay días, instantes, noches
Esenciales. En el abismo.
Y uno se abisma tanto
Que para levantarse
Se transmuta:
“En el más agraciado del mundo”.
Escepticismo, nihilismo,
Existencialismo. Vicios románticos
De mi corazón.
Y tú ridícula vanidad, amiguita
Mía, sales devota, inalcanzable,
De los péndulos viciados
de mi cerebro y espíritu.
A darme tu falsa mano.
Me seduces tímidamente,
Desde la ceguera de los
vientres y los
Precipicios celestes.
Yo, yo, y yo. Mi yollito.
Me engatusa usted ridícula vanidad:
Y ya no puedo ser una chica Zen.
Por allí, andas siempre
Astutamente, esperando
Cualquier caída vertiginosa
Para mostrar tu deliciosa
Astucia y engatusarme: canijilla.
Eres una resbalosa,
Vanidad mía, al primer descuido,
Me despojas sutilmente, de las pocas
Reflexiones Zen, que alcanzo
A comprender. Me
Desnuda usted, ridícula vanidad.
Y al carajo con el Zen. Vuelvo
A ser Yo, Yo, Yo.
Yo y mi yollito.
Para clavar sutilmente
La apariencia de quizá,
Una palabra de bondad, gratitud,
Alabanza o muerte.
Entre más íntima te vuelves,
Mi ridícula vanidad, más agudas
Se vuelven tus vestimentas.
Luego, ya no sé como
Gritarte que te largues,
Y te esfumes de aquí.
Estas adentro y fuera del telón.
He logrado asesinarte una y otra
Vez:
Al menos hoy, sé que soy una copia.
Soy una copia, soy una copia, soy una copia.
No comments:
Post a Comment