Comprender la literatura desde una perspectiva estética, requiere un
abandono de los paradigmas lineales-estructurales , y sobre todo, de los diversos puntos de vista históricos. La contextualización sensible –si es que
se da tal cosa-, ha de proceder por una jerarquía de la percepción, que pueden
deletrearse desde acústicas del cielo o acústicas del infierno. O bien, para superar dicha dicotomía, percibir las múltiples resonancias que vibran de un lado a otro. Todo
es cuestión de comprender la vivencia espiritual del escritor en turno, para detectar desde qué geografía simbólica se aproxima a la realidad en todos
sus sentidos. No existe, en este sentido, un buen o mal escritor. Existen
experiencias, razonamientos, intuiciones, dentro de los parámetros de búsqueda
vital de aquel que sabiéndolo o no; está registrando una región ontica de lo
real, y lo sepa o no; también la está creando y recreando.
En este
sentido, creo que ya es tiempo de abandonar la pregunta trivial: ¿Escribe bien
o escribe mal?
Responder
a eso es algo menor.
He
dicho.
Una K.
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