Tengo detectados varios escorpiones. Me aterra encontrar personas repetidas
en distintas historias y épocas. No obstante, también siento un poco de placer,
al poder leerlas todas enteras antes de que ellas se percaten de su propia
presencia. En ocasiones algunos rostros los tengo memorizados a partir de las
situaciones en las que hemos coincidido. Otras, simplemente las conozco
automáticamente a partir de la intuición de mi rodilla izquierda.
Recientemente
he encontrado tres Rogelios: misma vibración corporal, gusto musical, y fechas
de nacimiento. Sería un atrevimiento pensar que vacilan entre los mismos gustos
femeninos e intelectuales. Sin embargo, a veces pienso sobre la configuración
de los futuros compartidos. La enfermedad y su familia. Y sé lo que ha sucedido
con el primer Rogelio cuando tenía cierta edad, con el segundo, y con el tercero igual. La
acupuntura de su movimiento delata todos sus vicios y virtudes. Sé lo que pasará después, y
después, y después: repetición en el universo cartesiano. Que nadie se esconda: somos tan predecibles.
Entonces el transito vital entre una paranoia y un
triunfo, entre ambos o ninguno. Es parte de la normalidad. Luego detecto otro Rogelio, quizá con el
nombre de Federico, Eurípides o Sandra. La escena se presenta más o menos así:
reconozco a otro Rogelio en cualquier vórtice del mundo y, al segundo, se acerca
instintivamente y coincidimos en algunas sintomatologías. Siempre –al menos en
esta vida- le he caído bien a ésta raza. Después siento la pequeña tentación de adivinar y
confabular vidas, pero ya todo está dado. Por cierto: la psicología no me ha revelado
nada de esto. Ninguna teoría de la personalidad alcanza a percibir esto. Sólo la magia del Pentagrama Fronterizo me enseña a detectar la trayectoria de
los Rogelios escorpionicos.
Y bien: ¿Cuántas yo
he conocido en otras? Exactamente tres.
Una K bajo el nombre de Angélica con fecha de nacimiento igual. Coincidíamos
demasiado, hasta que el extremo de similitud nos produjo cierto pánico, y
huimos mutuamente. Era demasiado asfixiante visualizar la debilidad y misterio
compartido. O para ser concreta: esa
forma de alienarnos con el mundo.
La otra K la conocí hace bastante poco. Acababa de
experimentar un “alumbramiento” con el mismo escepticismo con el que yo asumí
la maternidad. Arquitecta con una sensibilidad algo discreta y silenciosa. A
veces no me gusta saber nada de su vida. (Presente). Intuyo que si no logra
trascender cierta idiosincrasia lúdica de la existencia lo mismo sucederá
conmigo. Siento cierta incertidumbre el saber que nuestras vidas están
adelantadas. Por cinco años en otra dimensión, pues así lo reveló el alquimista de las cirugías astrales que
conocimos en Tijuana mientras
esculpíamos nuestros juicios hacia el objeto de estudio de ese momento.
¿Cómo seremos en versión Atlántida en el siglo IV o V?
¿Por qué tenemos que venir tantas veces? ¿No es suficiente encontrar una madre sólo una vez? Tanto parir.
Tanto parirnos a nosotros mismos. Tantas puertas vaginales.
Pensar en la muerte como salida es algo irrisorio. Comprender
esto no tiene nada que ver con los estudios de “religiones comparadas” ni nada
de eso. Es abrir los ojos cualquier día y sentir como un escalón invisible se
ha apoderado de ti y te vuelves un espectador hipersensible. Vives en otro
planeta en este planeta. Y no estás bajo ninguna sustancia tóxica. Nadie puede mentir porque intuyes un poco más
con naguales en azar. A veces es mejor
engañarnos y seguir creyendo en la originalidad de nuestra existencia.
Por eso no creo en la esquizofrenia nietzscheana ni
nada de eso. Lo que ocurrió con Nietzsche es que se abrió demasiado y visualizó todo. Transgredió la lógica mundana y un poco más allá. Y en ese abrir estaban
todos esos demonios que se quedan atorados entre dimensión y dimensión. Incubus o duendes o voladores. Eso que
los psiquiatras llamarían alucinaciones esquizoides. Otra pregunta: ¿Serán en
Deltas de Dirac los Rogelio , las K y los otros nombres en otra sangre? Esto
suena demasiado a metafísica y por cierto: Leibnitz es una buena excusa para acabar.
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